Largas
páginas he recorrido en el libro de mi vida hasta llegar aquí, y me he
dado cuenta de que mis historias amorosas siempre incluyeron un héroe.
Cuando adolescente, buscaba refugiarme en los brazos de otro más
experto, más maduro, más completo, como si algo de todo eso pudiera
pegárseme . Me sentía Dorothy del Mago de Oz, Aladino, Robin. Siempre
intentando que alguien me diera algo de cariño y un poco de esa seguridad que tanto me faltaba.
Tiempo después, decidí emprender mis propias aventuras y me creí
invencible. Resuelto, con las cosas en orden, con el armario bien
abierto y la sonrisa en la cara. Divertidqa, emprendedora, trabajadora,
estudiosa, buen amante y compañera. Así, mis eventuales compañeros
amorosos e incluso mis novios resultaron ser los rescatados. Yo era la
supermujer, que en cada paso dejaba una huella de sabiduría y
experiencia. Cuánta estupidez…
El tiempo pasó. Hoy sólo soy un
simple mortal. Una mujer con cara de duende que juega y se juega. Soy
aprendiz de todo y maestra de nada. Tengo algo menos de energía y algo
más de ganas, y no quiero dar lecciones a nadie. Mi vida es un eterno
aprendizaje, y en este camino he descubierto que quien cree que todo lo
sabe se encuentra más cerca del arpa que de la guitarra.
Me
cansé de emprender relaciones con chicos que no saben quiénes son ni lo
que quieren, y que me miran fascinados pero no confían en sí mismos lo
suficiente como para dar un paso más. Me harté también de aquellos que
quieren ser admirados por vida y obra y no pueden ver más allá de sus
narices. Y por sobre todas las cosas, me agobia la sola idea de ocupar
alguno de esos roles.
Tengo ganas de seguir andando hacia
adelante, con el norte más o menos claro, en compañía de gente que amo y
me ama, haciendo cosas que me llenan el alma. Tengo ganas de encontrar,
en ese tránsito, los ojos de otro que con la misma sensación de paz e
incompletud brillen al ver los míos. Tengo ganas de tocar la piel de
alguien que hierva por quien soy y no por quien digo ser. Tengo ganas de
que las lágrimas broten de mis ojos mientras una sonrisa asalta mi
boca. Tengo ganas de amor. Tengo ganas de amar. Tengo ganas de
revolcarme, de jugar, de pensar, de hacer todo y no hacer nada. De mirar
el techo acompañado y dibujar figuras con las sombras. De enjabonar una
espalda que no me dé la espalda. De besar labios que digan lo que
sienten y que no digan lo que no. De crecer de a uno y de a dos a la
vez. De usar todos mis juegos de dos tazas para el desayuno. De dormir
en mi cama grande sin que sobre espacio. De preparar cena para dos y que
se me quemen las papas. De irme con alguien de vacaciones al fin del
mundo a acá a la vuelta. De intercambiar masajes. De ver quién se
levanta a preparar el desayuno.
Tengo ganas de que se me
alborote la sangre y se me agite el pecho. De que el estómago me cruja.
Que las manos me suden. Que las piernas me tiemblen. Que el cuerpo no me
baste. Que las ideas se me escapen. Tengo ganas de extrañar y de que me
extrañen. De soñar y que me sueñen. De que el tiempo no alcance. Que
los rincones sean lugares. Que las ropas huelan ati. Que me vean desnuda
aún vestido. Que me sean transparentes.
Tengo ganas de ti, que en la dehesa estas, vengas a encontrarme
Porque tengo ganas de volar. Pero esta vez sin capa. Y con los pies sobre la tierra.
¿Vuelas conmigo?
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