El mensaje es claro: sal con un valiente. Esto no quiere decir que
intentes, de ser posible, salir con un valiente, no. Quiere decir que
salgas con un valiente. Con un valiente o nada.
Nadie debería
enamorarse de alguien que, tras el tiempo suficiente, no sea capaz de
decirte: “mi apuesta eres tú”. Todo el mundo merece escuchar, al menos,
un “¿sabes qué?, me la juego contigo”.
Al igual que tú, he visto a
personas reaprender un deporte tras perder algunas partes de su cuerpo;
he visto a gente trabajar meses o incluso años sin cobrar y a otros
trabajar en un restaurante de comida rápida para terminar y ponerse a
escribir, pintar o bailar porque eso no les da aún de comer; y he visto a
un hombre que no puede vocalizar ni coger un lápiz revolucionar la
ciencia… Y aún así, siempre hay alguien que dice: “no, es que no es mi
momento”, “es que estoy centrado en mi trabajo”, “es que salgo de una
relación” y demás excusas para llevarse el polvo, pero dejar el mueble.
Si hay amor se encuentra la manera.
Vivimos en una época donde no
hay dragones que matar ni tierras que conquistar, y donde el acceso a
recursos y las oportunidades son tan abundantes que saber lo que se
quiere e ir tras ello constituyen el único espacio para el heroísmo.
Hoy, el (principal) problema no es que no se pueda, sino que no se
quiera lo suficiente. La mayoría de cosas que no hacemos no es por
dificultad, es por falta de amor.
Creo que la valentía es el
valor más grande que puede tener un ser humano. Un valiente arriesga,
elige, toma partido, se hace responsable y crea su destino. Es el
capitán de los optimistas, pues no solo ve lo bueno sino que lo persigue
sin negociar. Una persona así solo puede hacer tu vida más rica.
Como le gusta decir a Álex Rovira, “el coraje, más que la ausencia de
miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena que
arriesguemos. El coraje es la fuerza del amor al servicio de la
consciencia”. Y es que coraje y amor son atributos que se ven en el
espejo: el que ama, arriesga y el que arriesga, ama.
“Detrás de alguien que arriesga, hay alguien que ama.”
Cuando no sepas dónde están esos valientes, fíjate en los que dicen sí
diciendo no, pues detrás de alguien que renuncia hay una persona que
elige, detrás de alguien que elige hay una persona que arriesga y detrás
de alguien que arriesga hay una persona enamorada. Donde hay un
valiente, hay un amante.
Lo que diferencia a alguien valiente de
un “cobarde” es que no se queda parado ante la bifurcación pensando en
lo que pierde o en lo que renuncia, sino que ve en ti una victoria y
ganancia suficiente como para no tener que mirar atrás. No se echa a un
lado pensando que siempre puede venir algo mejor, porque acepta que el
mundo es imperfecto, que tú lo eres… que los dos lo sois. Sabe que lo
importante no es ni la realidad, ni lo que hay, sino lo que podéis
llegar a crear, y para eso no hace falta ser perfectos, hace falta
ponerse manos a la obra.
Una persona valiente no está pensando en
las chicas o en los chicos que deja escapar, está pensando en ti. Eres
su apuesta y su elección, y cualquier otro lugar le parece segunda
división.
Nunca verás a un valiente haciendo una lista de pros y
contras, porque para ellos el amor no es un mercado ni tú un producto
más. Las decisiones racionales las deja para los yogures o las
hipotecas, nunca para sus sueños. Nadie se hizo rico apostando en
pequeñas cantidades.
“Los valientes se la juegan porque “esa aventura no se la pierden”.
Si lo piensas bien, muchos de los dolores de cabeza amorosos que has
tenido podrían haberse evitado saliendo con un valiente. Así que, la
próxima vez que vayas al mercado de parejas de viaje, solo tienes que
abrir los ojos y mirar de una forma que quizás no hayas hecho antes: en
lugar de buscar por la categoría belleza, profesión, estudios, o dinero,
busca por la categoría sé quién soy/sé que quiero. Desconfía de lo
pulcro, los cánones y lo resplandeciente, y fíate de la sangre y lo
sucio, pues los valientes están llenos de arañazos y cicatrices, aunque a
veces no se vean. Los valientes se baten el cobre, son los que bajan a
la arena y se la juegan porque esa aventura “no se la pierden”. Es muy
difícil encontrar a un valiente con el traje impecable.
Un
valiente no entiende la estúpida forma que tiene la cultura de valorar
el éxito o el fracaso y la pérdida o la ganancia, pues cree que a nadie
que lo ha dado todo se le puede exigir nada y que lo único que
verdaderamente se puede perder en la vida no es una pareja, un partido,
un sueldo, etc., ellos saben que lo único que verdaderamente se pierde
en la vida son oportunidades.
Pablo Arribas
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