viernes, 29 de noviembre de 2013

El reloj de arena...

En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.
Casi siempre, el reloj es solo un inutil adorno sobre una blanquecina y vacia pared. Sin embargo, hay dos momentos durante el dia, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fenix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, marcan las siete, y los cucus y los gongs de las maquinas hacen sonar siete veces su repetidos cantos, el viejo reloj de mi habitacion parece cobrar vida. Dos veces al dia, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonia con el reto del universo.
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diria que funciona a la perfeccion...Pero, pasado ese instante, cuando los demas relojes callan sus cantos y las manecillas continuan su monotono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj. Y cuanto mas hablo de el, mas lo amo, porque cada vez siento que me parezco mas a el.
Tambien yo estoy detenida en un tiempo. Tambien yo me siento clavada e inmovil. Tambien yo soy, de alguna manera, un adorno inutil en una pared vacia.
Pero disfruto tambien de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.
Durante ese tiempo siento que estoy viva. Todo esta claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir mas cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armonicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo senti, trate de aferrarme a ese instante creyendo que podria hacerlo durar para siempre. Pero no fue asi. Como a mi amigo el reloj, tambien a mi se me escapa el tiempo de los demas.
...Pasados esos momentos, los demas relojes, que anidan en otros hombres o mujeres, continuan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estatica, a mi trabajo, a mis charlas de cafe, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.
Pero se que la vida es otra cosa.
Yo se que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonia con el universo.
Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.
Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedaran condenados al mundo del gris y repetitivo andar en la cotidianeidad.
Por eso te amo, viejo reloj, Porque somos la misma cosa tu y yo.

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