Sobre
el planeta del Principito hubo siempre flores simples que ni ocupaban
lugar, ni molestaban a nadie. Aparecían y desaparecían. Pero un día
apareció una briznilla que no se parecía a las otras, el tiempo y el
cuidado que se tomó antes de hacer su primera aparición despertó en el
Principito una expectación enorme. Era conmovedoramente bella, la
cuidaba, regaba y abrigaba en las noches frías.
Un
día el Principito marchó de viaje a otros planetas, en uno de ellos,
Tras haber pasado por multitud de dificultades encontró un camino que le
condujo hasta un jardín de rosas idénticas a la suya. En ese momento
descubrió que su rosa no era única en el universo, sino una rosa más,
una rosa ordinaria. Entonces cayó en la cuenta de que con una rosa
ordinaria y tres pequeños volcanes, no se podía considerar un gran
príncipe.
Y, tendido en la hierba, lloró.
Al rato, se dio cuenta de que esas rosas no eran iguales a la suya y les dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Son muy bellas, pero
están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea
podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de
ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he
regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo
le maté los gusanos y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y
algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Sé
que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas
las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán
despertar de su letargo a mi alma y mi corazón.
Esa rosa, existe…
rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de
sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos… Tú, (querida
amiga) has hallado tu rosa, la tienes a tu lado, cuídala, porque es TU
ROSA
Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un
ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para
que sea feliz cuando mira a las estrellas
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